FUTURO
Habrá un futuro, eso es seguro.
Habrá un futuro pero no para los humanos, eso es casi seguro.
La dinámica de vida humana presente no nos da mucha esperanza de perpetuación de la especie.
La autodestrucción es una espada que pesa sobre nuestras cabezas.
Cada día que pasa estamos un paso más cerca de desaparecer como animales.
Cada día hay una mayor desconexión de nuestra naturaleza: las mujeres prefieren no sentir sus propios partos, el origen de la vida.
Las mujeres cada día prefieren parecer más máquinas que dioses.
Los hombres miran, aceptan, obligan y se desconectan del disco duro central, la mama natura.
Ya no bebemos de los pechos de nuestra madre, nos conectamos vías de sueros artificiales.
Ya no mamamos.
Perdemos el tiempo, y cuando pensamos que ganamos el espacio, lo único que hacemos es destruir, destruir la mama, destruirnos a nosotros.
Es posible, es probable, es estadística pura y dura, siguiendo este ritmo de vida, no viviremos el futuro.
El futuro volverá a ser natural, sin la humanidad.
La naturaleza siempre sobrevive.
Las especies desaparecen y aparecen nuevas especies.
La naturaleza siempre sobrevive.
La vida se agota, se agotan los recursos y los que quedan están contaminados.
El mejor futuro posible es sin el ser humano.
COMPOSICIÓN
La basura que dejamos tras nuestros pasos sigue formando parte de la tierra, se transforman a un ritmo lento: el ritmo de la vida.
La basura se va transformando.
Los animales y las plantas que siguen sus historias las van ocupando: las perforan, las rompen, las pisan, las cagan, echan semillas sobre ellas y al poco tiempo, salen nuevas plantas que hacen su vida sobre los desperdicios humanos, que aunque contaminan, se han adaptado, porque si hay una cosa que quiere la vida, es precisamente vivir, a cualquier costa vivir, transformándose y adaptándose. Los ordenadores ya no se conectan a Internet, ahora se conectan a la vida, igual que una piedra o un tronco en descomposición.
Las televisiones sirven para que los pajarillos hagan sus nidos y así crear canales monotemáticos de ecología.
Las lavadoras ya no dan vueltas, las vueltas las dan las abejas que han hecho de ellas sus casas.
Los sillones y sofás son ocupados por animales perezosos con ganas de echarse una siesta, pero cada vez son más las plantas que los van ocupando y alimentándose de ellos.
Los teléfonos le sirven a los monos para abrir las nueces.
Debajo de los olivos crece la maleza y un tractor que hay más allá está siendo enjaulado por unas zarzas, la venganza de las malas yerbas.
Los coches sirven de refugio para roedores y otros pequeños mamíferos y por fin comienzan a tener techos verdes.
Las casas y edificios caen poco a poco y de sus escombros salen capuchinas, ipomoéas, hiedras, caléndulas, dientes de león, parras, ortigas, trigo, centeno, guisantes, coles, y una gran variedad de otras plantas, en algunas deconstrucciones se levantan ya algunos árboles jóvenes.
Ya no está el ruido constante de los coches y las eternas obras.
Se han roto las presas que sostenían la violenta ira de los ríos y arrasaron pueblos y ciudades fluviales, ahora todo permanece en calma.
En los colchones hacen sus nidos pájaros, ratas, chinches, pulgas y garrapatas.
Los muebles de pseudomaderas se descomponen como si fueran realmente madera.
Las botellas de plástico flotan en los mares hasta que terminan hundidas y olvidadas en el fondo del mar, aunque algunas sirven de refugio para pequeños peces y otras sirven para que ostras y mejillones hagan de ellas sus rocas donde permanecer amarrados.
Por fin nadan tranquilos los peces y los pulpos.
Cada día en la orilla de la playa se ven más ballenas y delfines en el horizonte, también más tiburones, que no son malos, sino simplemente carnívoros.
Las antenas ya no reciben ondas, reciben pájaros que las utilizan para descansar y observar tranquilamente lo que pasa abajo a ras del suelo.
Las lombrices transforman los últimos cuerpos humanos que ya nadie enterró.
LIBROS
En los libros siguen vivas las historias de los humanos.
Las cucarachas se van comiendo la tinta y la historia desaparece.
Las polillas se alimentan de sus páginas, olvidando el conocimiento adquirido.
Ya no jugamos a ser dioses, ahora estamos junto a ellos: en la nada, en el todo, en el ciclo, en la naturaleza.
Se mojan las páginas y poco a poco se descomponen.
Surgen plantas y hongos que se alimentan de este rico compost.
El mañana sigue siendo mañana.
El ayer sigue siendo ayer.
Todo está escrito.
Todo lo escrito puede borrarse.
El conocimiento ya no da a conocer.
Las horas pasan y no se escuchan palabras complejas.
Ya no hay sinónimos ni antónimos.
Ya no hay insultos ni piropos.
Los más bellos versos ya no se escriben con palabras: la metamorfosis convierte a horribles gusanos en bellas mariposas.
El viento pasa las páginas del Quijote.
La biblia por fin escribe la historia verdadera de su dios: resucita la naturaleza, transformación.
Con cien cañones por banda, viento en popa y a toda vela avanza la vida.
Los cien años de soledad se transforman en millones de años de soledad.
Ensayamos sobre la ceguera y nos quedamos ciegos.
Momo disfruta mirando a su alrededor las enredaderas.
La historia interminable del hombre terminó.
La vida secreta de las plantas seguirá siendo secreta.
Ya no hay trilogías, ni siquiera logias.
Pasan los años de la humanidad como un sólo instante para la naturaleza.
Pasamos página, sigue la vida.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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